INVERTEBRADOS EN EL INTERIOR DE UN HOGAR DE LAS MEDIANÍAS DE TENERIFE

ÍNDICE

Introducción

Soy un aficionado al senderismo y a la observación de la naturaleza que, como para tantas otras personas con estos gustos, no le ha sido cómodo recluirse en un domicilio ante la amenaza del COVID-19. Actuando con razonamiento y conciencia cívica, me he confinado en mi casa, alrededor de dos meses, sustituyendo la observación de animales salvajes en las cumbres, montes y playas de Tenerife, por los invertebrados que fui “descubriendo” en el interior de mi hogar, animales estos que, con el paso del tiempo y el contacto con los humanos, han adquirido capacidad para sobrevivir en dicho ambiente.

Mi domicilio está situado en la vertiente norte de Tenerife, a una cota que ronda los 600 metros sobre el nivel del mar; siendo la localidad donde se encuentra eminentemente agrícola, con predominancia del cultivo de papas, vid y diversos frutales. En un ambiente rural como este, existe una gran cantidad de biota, que por diversas razones, acaba acercándose o introduciéndose en casas coma la mía; dichos animales son, en su mayoría, invertebrados.

Araña lobo hembra, de la familia Lycosidae, portando un capullo de huevos (fotografía de Néstor Domínguez). Llegado el momento, buscará un lugar seguro donde depositarlo y cuidará de él hasta que nazcan las crías. Esta araña se introdujo en mi hogar, posiblemente, para este fin

Durante las semanas más severas del confinamiento, entre marzo y mayo de 2020, y en los meses posteriores, he buscado y fotografiado invertebrados en el interior de mi hogar. Con este post, comparto el resultado de mi observación, espero que les guste.

El no ecosistema

Un ecosistema es un sistema biológico formado por una combinación de un biotopo y una biocenosis, es decir, un medio físico y una comunidad de seres vivos relacionándose en él. En una vivienda humana, en efecto, existe un biotopo y una biocenosis, sin embrago, esta última no dispone de productores primarios, por lo menos en una cantidad y autonomía suficiente, para que puedan ser la base de la cadena trófica1 de un verdadero ecosistema. La actividad humana hace que, con la limpieza y mantenimiento del hogar, no llegue a desarrollarse un ecosistema natural, ya que las base de la potencial cadena trófica, es decir, los productores primarios (plantas y otros seres autótrofos), es eliminada o controlada a conveniencia humana, de forma que, siempre que las personas tengan presencia, se imposibilita la formación y maduración2 de un ecosistema.

La acción humana, si bien no permite la formación de un verdadero ecosistema, es esencial para el sustento de algunos de los invertebrados que pueden habitar en nuestro hogar, tal es el caso de las cucarachas (insectos del orden Blattodea), que dependen en gran parte de nuestros desperdicios para vivir. Por su parte, hay múltiples especies cazadoras que no requieren de nuestra actividad de forma directa.

Temperatura estable y abundancia de alimento

Muchos invertebrados pueden adaptarse perfectamente al cómodo clima del interior de una vivienda, dado que este ambiente presenta una temperatura estable, en comparación con el medio exterior, además de ofrecer un resguardo frente a las inclemencias climáticas. Por otro lado, una casa es una particularmente buena fuente de materia orgánica, presente tanto en nuestros alimentos almacenados como en forma de partículas depositadas por doquier. Dichas partículas orgánicas pueden proceder del exterior (arrastradas por el aire o transportadas en nuestra ropa y calzado) o del propio interior (alimentos, pelos, partículas de polvo desprendidas de nuestra piel y restos vegetales de nuestras plantas).

Los citados depósitos de materia orgánica que se acumulan sobre todo tipo de superficies en nuestro hogar, pese a que mantengamos unos escrupulosos hábitos de limpieza, son una posible fuente de alimentos para múltiples invertebrados detrívoros como los Tisanuros.

Tisanuro (fotografía de Néstor Domínguez)

Los depósitos orgánicos, en zonas con humedad relativa ambiental alta, sirven de base para que se produzca el crecimiento de comunidades de mohos, que son un conjunto de hongos filamentosos (generalmente del los géneros Cladosporium, Penicilium, Alternaria y Aspergillus) que se desarrollan sobre pequeñas cantidades de materia orgánica o algún material carbónico, como las gomas y las pinturas. Cuando una comunidad de mohos se desarrolla por completo, libera al aire esporas reproductivas que pueden producirnos reacciones alérgicas y afectar a nuestras vías respiratorias.

Comunidades de moho (fotografía de Néstor Domínguez)

Consumidores de materia orgánica

Atraídos por las múltiples fuentes de materia orgánica de nuestro hogar, es posible observar un gran número de invertebrados, tanto consumidores primarios como descomponedores. Tal es el caso de los milpiés domésticos, los cuales son un conjunto de dilópodos, entre los que he podido identificar a Callipus sorrentinus, presente en abundancia en la zona. El cuerpo de este artrópodo es alargado, negro, segmentado y está constituido por tres zonas bien diferenciadas: la cabeza, donde podemos observar las piezas bucales, dos ojos simples y un par de antenas (órganos sensitivos); el tórax, dotado de cuatro segmentos con un par de patas en cada uno; y el abdomen, que en estos animales se encuentra altamente segmentado, generalmente cilíndrico y dotado de dos pares de patas en cada segmento. Su estructura corporal les permite adquirir una particular posición defensiva en forma de espiral y, además, posee glándulas en los laterales de cada segmento destinadas a segregar un líquido maloliente que ahuyenta a sus depredadores. Este animal no genera capa cerosa protectora en la cubierta de su exoesqueleto, por lo que es especialmente vulnerable a la sequedad, pudiendo perder la vida por deshidratación tras unas cuantas horas de exposición al sol. Las comunidades de Callipus sorrentinus pasan la mayor parte de su vida en el exterior de nuestros hogares, enterrados, ocultos entre en la hojarasca o escondidos en lugares que puedan conservar una humedad relativa alta; pero en años especialmente húmedos, sus nidadas prosperan, dando lugar a una superpoblación que invade el interior de nuestros hogares. Cabe destacar, en este punto, que este animal no supone una amenaza para el humano y sus superpoblaciones se regulan de forma natural con la llegada de un clima más seco.

Otro invertebrado detrívoro observado y ligado a ambientes húmedos, es la cochinilla de la humedad. Se trata de un crustáceo del orden Isopoda, adaptado a la vida terrestre. Este animal posee un cuerpo redondeado y conformado por catorce segmentos de borde aserrado y catorce patas. Al igual que los milpiés, requiere una humedad relativa ambiental alta para no desecarse. Suele vivir oculto del sol y, ocasionalmente, puede entrar en nuestros hogares en busca de refugio y alimento. Tradicionalmente, se consumía triturado para combatir la acidez de estómago, gracias al carbonato cálcico que compone su caparazón.

Cochinilla de la humedad (fotografía de Néstor Domínguez)

Las citadas cochinillas de la humedad pueden ser confundidas con los dilópodos del género Glomeris, como, por ejemplo, con la especie de miriápodo Glomeris marginata, debido a su morfología equiparable. En este caso, no obstante, estos animales son conocidos como “bichos bola” por su posición defensiva en forma de esfera. Pese a que tanto el uno como el otro (crustáceo y miriápodo) son ambos detrívoros y necesitan la existencia de humedad relativa ambiental alta para sobrevivir, las Glomeris sp. poseen un número mucho mayor de patas y estas son más pequeñas que las de los isópodos terrestres; además, los crustáceos (las cochinillas) no segregan sustancias olorosas defensivas.

Cabe destacar la presencia de diversos dípteros, como Musca domestica, y varias polillas (Lepidópteros) como ejemplos de consumidores de materia orgánica, que, si bien no fueron muy abundantes, hacían acto de presencia de forma esporádica, permaneciendo unos pocos días en el interior de la vivienda.

Musca domestica (fotografía de Néstor Domínguez)

Depredadores

Una gran parte de los invertebrados que pueden adaptarse a la vida en el interior de nuestros hogares son cazadores, obteniendo su fuente principal de sustento de la abundante cantidad de otros invertebrados, principalmente insectos voladores, que se adentran en nuestras casas. Los principales predadores que he podido observar son arácnidos. Las muy injustamente mal consideradas arañas, son nuestras principales aliadas en la lucha contra las plagas hogareñas, y a nivel general, no atacan al humano si no se sienten acosadas, es más, su principal tendencia ante la presencia humana es huir.

En el ambiente del interior de un hogar, las continuas labores de limpieza y mantenimiento impiden la formación de telas trampa, por lo que no proliferan los arácnidos formadores de estas, como los pertenecientes a los géneros Araneus y Steatoda, que se limitan, casi exclusivamente, a las zonas exteriores. No obstante, existen unos pocos capaces de colocar telas en lugares recónditos y poco accesibles, tal es el caso de los fólcidos (género Pholcus); estas arañas pueden formar grandes comunidades en el interior de los hogares y en ambientes urbanos. Son inofensivas para nosotros y eliminan múltiples insectos voladores y otras arañas. Los fólcidos son fácilmente reconocibles por sus patas proporcionalmente muy largas y por sus densas telas comunitarias no pegajosas.

La mayor parte de arañas observadas y adaptas a la vida en el interior, merodean por los distintos rincones del domicilio para encontrar sus presas, alguna de estas especies, como Tegenaria domestica, son muy polífagas. Otros ejemplos de arañas que cazan en el suelo, son las conocidas en su conjunto como «arañas lobo”, de las que he observado varios ejemplares de la familia Lycosidae, así como a la ágil Pisaura mirabilis. Otras merodeadoras prefieren buscar presas más específicas; tal es el caso de Dysdera crocata, araña de color rojizo y dotada de potentes quelíceros, destinados a ejecutar una potente picadura con la que rompe el caparazón de las cochinillas de la humedad, su principal presa.

Algunas arañas cazan lanzando un ataque sorpresa, sobre su objetivo, desde una posición estática; para ello, se sitúan en un lugar con alto tráfico de insectos y esperan pacientemente a que uno se aproxime a su posición por sí solo. Tal es el caso de los arácnidos de la familia Thomisidade, de los cuales he observado varios ejemplares, con predominancia del género Xysticus. Dicha familia de arañas es conocida, de forma general, como “arañas cangrejo”, debido a que poseen los dos pares de patas delanteros más grandes que los traseros y a su capacidad para andar de lado, características que hacen que estos animales recuerden a los cangrejos.

Otro depredador observado a destacar es el «escarabajo errante» (Ocypus olens). Se trata de un común escarabajo de la familia Staphylinidade, caracterizado por su considerable tamaño (unos 3 cm) y su posición defensiva, ya que arquea su abdomen hacia arriba en señal de amenaza. Los adultos son totalmente negros y están dotados de unas potentes mandíbulas para triturar a sus presas. Pueden segregar una sustancia defensiva aceitosa y maloliente por al ápice de su abdomen.

Espero que les haya gustado este repaso por los invertebrados que he observado en mi hogar en esos últimos meses. Seguramente has visto alguno similar en tu hogar. Puedes dejar un like y compartir este post al final del texto.

¡Saludos a todos!

Néstor Domínguez.

Notas a pie de página

  1. La cadena trófica de un ecosistema es el proceso por el cual, en un bioma, las sustancias nutritivas pasan de unos seres vivos a otros. El ciclo se inicia con la nutrición de minerales por parte de los productores primarios (autótrofos), que son el  sustento  de los consumidores primarios (herbívoros), seguidamente, estos últimos son depredados, pudiendo circular la materia nutritiva por una cadena de predadores de distinto grado que, tras la muerte de estos, su materia orgánica pasa a ser el alimento de descomponedores, luego de mineralizadores y, finalmente, se cierra el ciclo cuando los productores primarios consumen dichos minerales.
  2. Se entiende que un ecosistema es maduro cuando se sustenta de la materia que en él se produce. Para que un ecosistema sea maduro se necesita la formación de una cadena trófica compleja en él, con presencia de todos sus principales componentes: productores primarios, consumidores primarios (herbíboros), carnívoros, descomponedores y mineralizadores.

Bibliografía

  • Animalandia. Glomeris marginata Villers, 1789. http://animalandia.educa.madrid.org/ficha.php?id=525 [Consultada el 28/11/20]
  • Bertone, Matthew A.;  Leong, Misha; Bayless, Keith M.; Malow, Tara L.F.; Dunn, Robert R. &  Trautwein, Michelle D. Arthropods of the great indoors: characterizing diversity inside urban and suburban homes. PubMed 26819844. DOI https://doi.org/10.7717/peerj.1582 January 19, 2016.
  • DeAnimalia. Enciclopedia animal. En los ríos, lagos y pantanos. Escarabajo errante. http://deanimalia.com/rioslagosypantanosescarabajoerrante.html [Consultada el 28/11/20]
  • Dourlot, Sonia. Pequeña colección de insectos. Larousse Editorial. Mallorca. ISBN: 978-84-8016-915-8.255 pp. 2010. Ecured.
  • Ecured. Moho (Biología). https://www.ecured.cu/Moho_(Biolog%C3%ADa)[Consultada el 07/06/20]
  • Océano Grupo Editorial. Gispert, Carlos (dirección de equipo editorial). El mundo de los animales. La vida en los grandes ecosistemas. Instituto Gallach. Barcelona. ISBN: 84-494-0778-8. 369 pp. 1998.
  • Wikifauna. Milpiés. https://wikifaunia.com/invertebrados/milpies/ [Consultada el 08/06/20]

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